Desperté,
aun era de noche, miré el reloj, las 6 y media de la mañana,
hora perfecta para levantarme, quite con cuidado el brazo que tenia
sobre mi Patt y me puse las zapatillas de casa, salí al patio, subí
a la azotea y estaba a punto de salir el sol y fui corriendo a mi
cuarto.
- Buenos días mi princesa, vamos levanta, te quiero enseñar una cosa.
- Buenos días, cielo. Qué quieres a estas horas, tengo sueño.
- Venga date prisa que esta a punto de salir.
- Voy voy.
Patt se levantó, refunfuñando, la cogí de la mano y subimos a la azotea.
Ya estaba saliendo, el sol aparecía por el este, nos coloquemos junto al muro de la pared, yo rodeaba a Patt por la cintura.
- Que mejor manera de ver el amanecer que junto a mi princesa - le susurre al oído.
- Esto es precioso, Elisa.
- Como tú.
La besé, como nunca antes lo había echo, con más amor que nunca.
Y ahí, mientras contemplábamos el amanecer, entre besos y caricias, pasamos la mañana.
Bajamos a desayunar, mi madre y Mireia ya estaban despiertas.
- ¿De dónde venís chicas? - preguntó mi madre.
- De la azotea - respondí - que le estaba enseñando a Patt el amanecer.
- Ah, ¿A que es bonito?
- Sí, es precioso - respondió Patt.
- Bueno chicas, ¿que queréis hacer hoy? - preguntó mi madre.
- Yo quiero que vayamos al centro, necesito ropa.
- Vale, pues vamos de compras - dijo Mireia - así te puedo regalar algo por cuidar tan bien de mi hija.
- Anda Mireia, si yo lo hago encantada - dije yo - ella se lo merece todo.
- Jo pequeña, calla eh, que me sonrojo - dijo Patt.
- Oh me encanta cuando te sonrojas, mira así así - le dije mientras me acerba para darle un beso.
- Que mona eres mi niña.
- Bueno bueno, no os cortáis, que estamos delante - dijo mi madre.
- Déjalas mujer, son jóvenes, tendrán que disfrutar - respondió Mireia.
- Venga iros a vestir, que nos vamos de compras.
- Vale mamá, ahora volvemos.
- Buenos días mi princesa, vamos levanta, te quiero enseñar una cosa.
- Buenos días, cielo. Qué quieres a estas horas, tengo sueño.
- Venga date prisa que esta a punto de salir.
- Voy voy.
Patt se levantó, refunfuñando, la cogí de la mano y subimos a la azotea.
Ya estaba saliendo, el sol aparecía por el este, nos coloquemos junto al muro de la pared, yo rodeaba a Patt por la cintura.
- Que mejor manera de ver el amanecer que junto a mi princesa - le susurre al oído.
- Esto es precioso, Elisa.
- Como tú.
La besé, como nunca antes lo había echo, con más amor que nunca.
Y ahí, mientras contemplábamos el amanecer, entre besos y caricias, pasamos la mañana.
Bajamos a desayunar, mi madre y Mireia ya estaban despiertas.
- ¿De dónde venís chicas? - preguntó mi madre.
- De la azotea - respondí - que le estaba enseñando a Patt el amanecer.
- Ah, ¿A que es bonito?
- Sí, es precioso - respondió Patt.
- Bueno chicas, ¿que queréis hacer hoy? - preguntó mi madre.
- Yo quiero que vayamos al centro, necesito ropa.
- Vale, pues vamos de compras - dijo Mireia - así te puedo regalar algo por cuidar tan bien de mi hija.
- Anda Mireia, si yo lo hago encantada - dije yo - ella se lo merece todo.
- Jo pequeña, calla eh, que me sonrojo - dijo Patt.
- Oh me encanta cuando te sonrojas, mira así así - le dije mientras me acerba para darle un beso.
- Que mona eres mi niña.
- Bueno bueno, no os cortáis, que estamos delante - dijo mi madre.
- Déjalas mujer, son jóvenes, tendrán que disfrutar - respondió Mireia.
- Venga iros a vestir, que nos vamos de compras.
- Vale mamá, ahora volvemos.
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